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“Trabajar en las oficinas de Amazon era matarse lentamente”: así es la vida en el ‘gigante’ tecnológico, según una exejecutiva | Tecnología

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Kristi Coulter (Georgia, EE UU) trabajó en la sede de Amazon en Seattle durante 12 años, hasta 2018. Ahora es escritora, que es lo que quiso ser siempre y lo que estudió. Su segundo libro es una memoria literaria de su experiencia en Amazon: Exit interview (”entrevista de salida”), recién publicado y de momento sin traducción prevista al español.

“Se escribe poco de los trabajos”, dice Coulter, de 53 años, en una entrevista con EL PAÍS por videoconferencia desde Seattle, donde sigue viviendo. Su obra es un repaso crudo del trajín inasumible en horas y carga física mental que suponía trabajar en las oficinas de Amazon durante las dos primeras décadas de siglo. No es nada sorprendente: en 2015 el New York Times ya publicó algunas anécdotas muy duras de la vida del empleado corporativo de Amazon. Coulter fue una de las múltiples fuentes de aquel reportaje. El trabajo durísimo en los almacenes logísticos de la empresa ha sido también objeto de numerosas investigaciones.

La cultura del trabajo en algunas compañías tecnológicas es célebre por su inhumanidad. Pero los detalles que cuenta Coulter de Amazon, incluso sin nombres reales ni secretos empresariales, apuntan a que, según ella, su ex empresa es uno de los peores destinos laborales de este sector. Amazon ha declinado comentar el contenido de este libro a preguntas de EL PAÍS.

1. La familia, no

Un detalle del libro es una reunión de empleados con el entonces vicepresidente Jeff Wilke, una de las ‘manos derechas’ de Jeff Bezos, fundador de la empresa. Era una charla amable, edificante. “Durante 45 minutos, Amazon parecía un lugar relajado y humano”, escribe Coulter. Entonces Wilke dijo: “Mirad, este lugar es intenso. Es importante encontrar un equilibrio sostenible. Tal vez eso signifique que alguna vez al año salgáis a las 17.30h un viernes para pasar el rato con vuestras familias. ¡Sería genial! Debéis aprovechar esas oportunidades”. Coulter añade: “Todos sonreímos y asentimos, pero la energía en la habitación se derrumbó”.

No era algo nuevo para una empleada de Amazon: las familias son raras allí, dice. “Yo no soy madre”, explica Coulter. “Recuerdo a un gerente que era padre y ponía las reuniones a las 7.30h de la mañana. Los niños pequeños a esa hora aún no están en el colegio. Conocí a muchas mujeres que simplemente se iban después de convertirse en madres porque era demasiado difícil mantener el ritmo. No había ningún tipo de guardería en Amazon. No había ayudas. Y en Seattle, la gente empieza a buscar guardería el día que saben que van a ser padres. Eso no significa que no haya casos individuales, como el de una vicepresidenta, a quien una vez oí que no podía ir a una reunión por sus hijos”, cuenta.

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2. Cómo son las jornadas

La dureza del trabajo en Amazon se debía a una combinación de horas, intensidad, variedad de labores y presión de los superiores, que lo hacía casi único incluso en el entorno de las grandes tecnológicas.

Coulter hizo al menos media docena de trabajos distintos en sus años de Amazon. Los cambios son frecuentes y normales: ”Cuando llegué, pensé que trabajaría en marketing de medios para siempre, pero luego vendí DVD, creé software, aprendí a escribir con el estilo de Jeff Bezos, entrevisté a más de ochocientas personas [candidatos a empleos], dirigí la editorial de traducción más grande del mundo y opiné si la portada de una novela romántica enseñaba demasiado pezón”, escribe.

¿Cómo era su jornada habitual de media? “Como mínimo 12 horas al día hacía algo relacionado con Amazon”, dice. “Eso no significa que estuviera siempre en la oficina, sino que probablemente estaba allí de 9 a 10 horas al día y luego siempre revisando el correo electrónico. Si recibes un mensaje de alguien, se espera que respondas. Parte de eso es la forma en que Amazon te entrena mentalmente”.

El problema no era solo el horario, sino la carga, variedad de tareas y la profundidad de conocimiento de tu labor. Durante sus meses como encargada de una editorial de Amazon, su jefe le ponía hitos difíciles: “Lleva tiempo publicar un libro. Un manuscrito terminado necesita un contrato, corrección de estilo, revisión, portada, diseño de página, impresión… La mayoría de editores necesita al menos nueve meses. Poco a poco, logramos reducirlo a seis”. Pero su jefe quería ir “más rápido”: en 30 días, les pidió.

Si llegaba una pregunta de un superior, se daba por hecho que debías saber la respuesta: “He visto a personas ser atacadas en reuniones por no saber alguna pequeña cosa que simplemente no podían saber”, dice Coulter.

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La escritora cuenta que se esperaban decisiones continuas, y todo en un ambiente de “información parcial”, con montones de detalles que funcionan regular y con la famosa frugalidad de Amazon. Así explica Coulter cómo a una miembro de su equipo que terminó llorando por “el trabajo del fin de semana, los correos de medianoche, los dolores de estómago del domingo por la noche, la sensación de que nada de eso significa mucho a los ojos de la empresa”, le respondió que deben hacer las paces con el hecho de que “nunca sentirán que han acabado cuando dejen de trabajar ese día, que todos están haciendo el trabajo de al menos dos personas y que es normal vivir ahogados”.

3. La profundidad de la multitarea

La multitarea en Amazon es mítica: “Yo lo llamo cambio de contexto. Tenía que cambiar de contexto cada 15 o 20 minutos”, dice. En un momento del libro Coulter dice que se ponía como límite para ir a quejarse 15 interrupciones cada hora. “La verdad es que decir a cada petición extravagante es algo amazónico. Quizá es ruinoso e insostenible, pero Amazon no existiría sin mil pequeños actos de autodestrucción cada día”, escribe.

“Sobre todo en cargos directivos, la gente tiene preguntas y necesita tu opinión. Pasas de algo muy práctico y táctico a algo de alto nivel. En Amazon se espera que los líderes, incluso al nivel de Bezos, sepan a la vez los pequeños detalles y las grandes corrientes estratégicas. Tienes que saberlo todo y a todos les cuesta”, dice.

Ese nivel de conocimiento era casi imposible cuando los trabajos eran tan innovadores que a veces era imposible saber tu objetivo: “El trabajo es como arena colándose entre los dedos. ¿Pero cómo hago para que no parezca arena? No lo sé y me da vergüenza no saberlo, así que no pregunto”, escribe Coulter. “Es como resolver un puzle en el que falta una de cada tres piezas y la imagen de fondo cambia cada noche. Seis meses después, debería estar a todo gas, pero todavía estoy intentando montar el paisaje con pedacitos de cartón arrugados”.

4. No lo volvería a hacer, ni por un millón de dólares

Al menos recibía una buena cantidad de dinero al final del mes, pero tampoco llegaba a compensar del todo. Coulter tenía un nivel de vida alto y pudo ahorrar para financiarse ahora la vida de escritora (aunque no para no trabajar nunca más).

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A pesar de ello, no cree que valga la pena pasar años con este nivel de dedicación al trabajo. “Lo que es difícil de entender es que no nos sentíamos pagados de más. Amazon podría estar dándome un millón de dólares en mi cuenta corriente y yo pensaría: ‘Sí, es lo correcto, dado el miedo, el caos, el entorno horrible, las demandas en constante aumento y la forma en que nadie nunca da las gracias’”.

Si fuera 2006 de nuevo, ¿volvería a entrar en Amazon? “Si pudiera entrar como la persona que soy ahora, más sabia, más triste y más cansada, y si tuviera un plan para salir manteniendo mi autoestima, igual sí: entraría, aprendería algo, conocería a un montón de gente increíble, ganaría un montón de dinero y me iría a otra parte. Pero en realidad no, no volvería a meterme en una situación como esa porque fui muy ingenua”.

Coulter explica que incluso entre los altos cargos de la empresa había quien sufría sin sentido. “Había directivos de mayor rango que yo que literalmente ganaban millones de dólares al año”, dice. “Estaban muy estresados. Uno de mis trabajos fue dirigir un programa de coaching ejecutivo. Reuníamos a estos tipos en una habitación, eran machos alfa, estoicos, y al cabo de 10 minutos ya estaban llorando”, añade Coulter.

En una de esas reuniones, una colega de Coulter explicó así la complejidad de sus trabajos: “Estamos aquí porque somos algunos de los mejores talentos de Amazon, ¿verdad? Pero el listón de nuestra labor aumenta cada año, al igual que el listón de las personas que contrata Amazon. Así, al menos en teoría, ninguno de nosotros podrá seguir el ritmo para siempre. Cada persona en esta sala pasará de ser un gran talento a ser animada a salir”, escribe.

“A veces hay quien dice: ‘Oh, la gente que gana tanto dinero no hace ningún trabajo real’”, sigue Coulter. “Pero esa gente trabajaba más duro que yo. Tenían su objetivo clarísimo y a la vez se estaban triturando. No creo que valga la pena todo ese dinero”.

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5. Cómo puede tener tanto éxito la empresa

Una lección del libro de Coulter es que Amazon solo podría haber sido creada bajo estas condiciones. Una de sus ventajas competitivas era crear un entorno de trabajo brutal. En 2013, Amazon era junto a Tesla y SpaceX, ambas de Elon Musk, los peores lugares para trabajar. Su éxito se explica en parte por eso.

“Jeff Bezos es un genio”, dice Coulter. “Constantemente se le ocurrían cosas en las que nadie había pensado. Era como trabajar en una start-up loca que tenía bolsillos ilimitados”, dice. Las start-ups tienen la fama de requerir unas jornadas largas de trabajo a cambio de una recompensa extraordinaria cuando la empresa triunfe o se venda. Amazon sin embargo seguía a ritmo de start-up 20 años después de su fundación. “Es siempre el día uno”, era uno de los lemas de Bezos para apretar a sus empleados.

Explica la autora: “Eso atrae a la gente que tiene ese brillo loco en sus ojos y quierenhacer estas locuras. También tiene éxito porque aterroriza a todo el mundo. Atrae a personas que temen ser descubiertas como impostoras. Y comienzan a invertir más energía en la empresa. Puedes sacar mucho rendimiento durante un tiempo de gente inteligente que tiene miedo de ser descubierta”.

Desde fuera puede parecer raro, pero ese es un pilar de Amazon: “Bezos incluso ha dicho en los últimos años que está de acuerdo con este tipo de rotación [en la empresa] porque quizás debe ser así”, dice Coulter. “No habría sido posible sin ser una trituradora de carne. Con mi libro quizá más gente se siente incitada a hablar de su propia experiencia. ¿Pero le importaría esto a Bezos? Creo que es tan inteligente que si le importara, Amazon habría hecho las cosas diferentes. Si le importara quemar a la gente, si pensara que es malo para el negocio, Amazon sería diferente”.

Hace poco se supo que en algunos estados de EE UU Amazon se puede quedar sin empleados de almacenes logísticos por la presión sobre sus trabajadores. Coulter cree que puede pasar en los trabajos de oficina. “Bezos piensa que lo más peligroso para Amazon es la idea de que todos comencemos a estar de acuerdo y a ser amables unos con otros. Eso es mucho más importante para él que la idea de que la gente sea feliz”, añade.

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6. Un ambiente masculino

Hay, por supuesto, un grupo de gente destinada a florecer en un ambiente cruel, competitivo y demoledor. “Amazon es un lugar fascinante para trabajar para la persona adecuada. Trabajar allí es matarse lentamente, pero aprendes mucho, es creativo y empoderador”, dice Coulter.

En ese grupo hay más hombres, aunque no solo. El segundo gran tema del libro de Coulter es cómo ha afectado en Amazon la falta de mujeres entre los directivos. Cree también que es una decisión consciente.

“No es que en Amazon haya fotos de tías desnudas en las paredes. No es ese tipo de cultura sexista, pero casi todos los que están arriba son hombres. Se filtra este tipo de atmósfera estoica, sin emociones, muy dura. Al entrar hay 50% de hombres y mujeres, pero luego, a medida que subes, las mujeres desaparecen”, dice Coulter.

En su caso sentía que debía comportarse distinto: “No quiero ser básica y pensar que las mujeres son naturalmente débiles, no es cierto. Pero estás en estos lugares donde simplemente no eres igual que los demás, quieres pasar desapercibida y por eso sentía que siempre estaba tratando de hacer lo correcto como mujer para no ser amenazante. Empiezas a hacerlo casi inconscientemente y es agotador. Amazon es tan masculino que simplemente piensan que la masculinidad es la norma. No es algo deliberado, pero la idea de que las mujeres serían líderes simplemente no surge porque somos muy pocas”, explica.

7. Ya no es día uno, es día cinco

Amazon tiene también el mérito de atraer a gente con grandes condiciones de trabajo y pensamiento crítico pero sin una formación técnica concreta. La compañía tiene una parte sustancial de ingenieros y otros empleados con grados en negocios, pero luego hay mucha alma libre espabilada. Uno de los primeros compañeros de Coulter le describe así lo que se necesitaba en Amazon: “Sabes escribir un documento sólido y pensar críticamente. Entiendes cómo Amazon utiliza los datos. Puede persuadir a personas de otros equipos para que hagan cosas. Esto es el 90% del trabajo”, escribe Coulter.

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Ahora ya no es así. La gente está más especializada, dice. Desde la salida de Bezos en 2021 y la llegada de Andy Jassy, el ritmo ha cambiado ligeramente. La presión de “estar siempre en el día uno” ha decaído: “Oí a un amigo decir que es el día 5, ya ni el 2. Quería decir que realmente se ha convertido en otra gran empresa. No es tan rápida. No es tan ágil. En parte esto se debe a la pandemia y que la gente no quería volver a la oficina. Jassy es diferente a Bezos, un tipo súper inteligente, pero no un loco-loco”, dice Coulter.

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Tecnología

La UE alarga las negociaciones para acordar la primera gran ley de inteligencia artificial del mundo | Tecnología

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La Unión Europea acaricia la posibilidad de convertirse en la primera región del mundo en tener una ley completa para regular la Inteligencia Artificial (IA). Pero tras más de 18 horas de maratonianas negociaciones, todavía no se han logrado cerrar todos los puntos, aunque ya hay acuerdo sobre uno de los más espinosos: cómo regular los modelos fundacionales en los que se basan sistemas como el ChatGPT y que, aunque son considerados fundamentales en la evolución de la tecnología, también generan serias dudas por su capacidad disruptiva.

“Las negociaciones continúan”, indicaban de forma coincidente fuentes próximas a las negociaciones. Las ruedas de prensa convocadas para presentar los resultados a primera hora de la mañana han sido por el momento aplazadas, en una muestra, sin embargo, de la voluntad de apurar los plazos para lograr salir con un acuerdo para la ley bajo el brazo.

Según las fuentes, el obstáculo fundamental para que los negociadores —representantes de los Estados y de la Eurocámara, con la Comisión Europea— lancen fumata blanca tras una reunión que comenzó el miércoles a las 15.00 a puerta cerrada es otro de los principales escollos en todo el proceso de discusión de la ley: la regulación de la vigilancia biométrica en tiempo real en espacios públicos mediante sistemas como el reconocimiento facial, una de las líneas rojas del Parlamento Europeo, preocupado por la posibilidad de abusos de los derechos fundamentales de los ciudadanos por parte de los Estados a la hora de usar estas tecnologías.

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Del mandato negociador de la Eurocámara salió la decisión de prohibir o restringir al máximo los “usos intrusivos y discriminatorios de la IA”, especialmente los sistemas biométricos en tiempo real o en espacios públicos, salvo muy contadas excepciones por motivos de seguridad. Los Estados buscan ampliar estas excepciones, y ahí iban a topar, según advirtió la víspera el eurodiputado Brando Benifei, participante en las negociaciones a tres bandas (los denominados trílogos), con una línea roja clara.

La posición de los eurodiputados es mucho más estricta que la de los Estados y, aunque las negociaciones han sido “difíciles”, hay un optimismo, cauto, eso sí, acerca de la posibilidad de encontrar un punto medio. Siempre y cuando, se subraya desde el Parlamento Europeo, se siga manteniendo la prohibición de la policía predictiva, la vigilancia biométrica en lugares públicos y los sistemas de reconocimiento de emociones en lugares de trabajo y en los sistemas educativos. “Necesitamos un grado de protección suficiente de los derechos fundamentales con las prohibiciones necesarias a la hora de usar [estas tecnologías] para la seguridad y la vigilancia”, resume Benifei.

“Los gobiernos quieren una larga lista de excepciones a la aplicación que no vamos a aceptar”, aseguró el italiano en un encuentro con periodistas horas antes de encerrarse en las discusiones, a las que llegó con el mandato de mantener la prohibición de la policía predictiva, la vigilancia biométrica en lugares públicos y los sistemas de reconocimiento de emociones en lugares de trabajo y en los sistemas educativos.

“Necesitamos un grado de protección suficiente de los derechos fundamentales con las prohibiciones necesarias a la hora de usar [estas tecnologías] para la seguridad y la vigilancia”, según Benifei, que se dijo dispuesto a encontrar un “compromiso” en la materia, como en “casos específicos” de vigilancia policial, pero subrayó que para ello se requerían “salvaguardias” muy robustas y un control de las mismas que, en cualquier caso, no pueden ser ejercidas por los propios Estados. “No vamos a permitir que los gobiernos controlen ellos mismos si respetan la ley, esto es muy, muy importante para nosotros (…) y nunca vamos a aceptar una desviación y no tener un control serio”, adelantó.

Participantes en las negociaciones, como el comisario de Mercado Interior, Thierry Breton, enviaron durante la madrugada mensajes en las redes sociales mostrando una negociación activa en una sesión calificada de “ultramaratón”. Las discusiones sí han permitido ya, de acuerdo con las fuentes consultadas, superar el otro gran obstáculo para un acuerdo provisional sobre la ley —que todavía deberá ser ratificada por el Consejo de la UE y la Eurocámara antes de poder entrar en vigor, como pronto a finales de 2026— , la cuestión de la regulación de los modelos fundacionales, sobre todo aquellos más potentes.

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Más que el “qué”, el pulso giraba en torno al “cómo”, explicaban fuentes próximas de la negociación en vísperas de la misma. Países como Alemania, Francia e Italia se habían opuesto en las últimas semanas a, como buscaba la Eurocámara, fijar las obligaciones por ley y abogaban por una mayor autorregulación —mediante códigos de conducta, eso sí, obligatorios— de los desarrolladores. El argumento usado era no trabar la innovación y competitividad en un sector en el que Europa no quiere quedarse atrás frente a sus grandes rivales, Estados Unidos y China.

Pero los eurodiputados, preocupados por la capacidad de estas nuevas tecnologías de afectar derechos fundamentales de los ciudadanos, habían puesto líneas rojas y advertido de su intención de abandonar las negociaciones —lo que habría postergado fuertemente toda la ley, que se espera pueda ser totalmente implementada a finales de 2026— si no se fijaban suficientes salvaguardias. Sobre todo para los modelos fundacionales más potentes, los considerados de “riesgo sistémico” porque tienen capacidades de alto impacto cuyos resultados pueden “no ser conocidos o comprendidos en el momento de su desarrollo y publicación, por lo que pueden provocar riesgos sistémicos a nivel de la UE”, según la definición aceptada por todas las partes.

El meollo, explicaba también Benifei en vísperas de las negociaciones, era la forma en que se “garantiza” para estos modelos más potentes “que lo que hagan los desarrolladores de esos modelos sea obligatorio y se pueda exigir su cumplimiento”. La Eurocámara, señaló, quería un texto lo suficientemente claro para asegurarse de que “no hay manera de escapar a esas obligaciones”, incluso aunque fueran incluidas en un código de conducta como pedían los Estados, pero que, en cualquier caso, “que no sea un compromiso voluntario de facto, sino que se pueda hacer cumplir”.

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Qué pasa con nuestros datos cuando morimos | Tu Tecnología | El País

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La muerte es esa incómoda certeza que nadie quiere abordar y que siempre llega en un mal momento. Las últimas voluntades pueden servir para dejar los asuntos físicos y terrenales bien atados, pero ¿qué sucede con nuestros mensajes de WhatsApp, perfiles en Instagram y otras cuentas en redes sociales, y los datos que hayamos almacenado o tengamos en correos electrónicos? La actividad en internet del finado permanece en la nube, inaccesible y de forma indefinida, para sus familiares y allegados.

Los tiempos han cambiado y la sociedad actual vive en dos planos: el físico y el digital. Y mientras es habitual dejar por escrito un documento con las últimas voluntades y reparto de bienes en caso de fallecimiento, pocas veces se considera la importancia de gestionar nuestro legado digital. Las redes sociales, aplicaciones de mensajería, correos electrónicos… todo permanece activo y en la nube, y en algunas ocasiones, con un contenido comprometedor. Borja Adsuara, abogado experto en derecho digital, se refiere a la regulación de este contenido como “herencia digital, el conjunto de bienes y servicios digitales que se deja cuando uno fallece”.

¿Quién tiene el control?

Se trata de un asunto complejo, puesto que las compañías que ofrecen servicios en línea —como Google, Apple o Facebook, entre otras— cuentan con unas políticas de privacidad muy estrictas que regulan el acceso a las cuentas de usuarios fallecidos. Uno de los casos más notorios a este respecto tuvo lugar en Alemania en 2012, cuando una adolescente perdió la vida arrollada por un tren y sus padres demandaron a Facebook las claves de acceso a su cuenta para determinar las posibles causas. Tuvo que ser un juez quien, años más tarde, les diera la razón y obligara a la firma de Mark Zuckerberg a entregarles la contraseña. “En ese caso fue el juez quien sentenció que tenía más valor en la balanza saber qué había ocurrido que la privacidad de la persona”, explica Adsuara.

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Algunas permiten a familiares cercanos solicitar el cierre de la cuenta, pero el acceso completo a la información es raramente concedido sin consentimiento explícito del titular original. Esto es, el propietario de la cuenta debe nombrar en vida a un heredero de la cuenta, o bien especificar que se desea que la cuenta perviva, a modo de homenaje, y para ello, determinar qué contacto la gestionará. Estas personas reciben la denominación de contactos de legado, que serán las responsables de mantener la cuenta viva respondiendo o moderando mensajes y subiendo fotos de recuerdo ocasionalmente. En este sentido, si no se ha realizado una preparación adecuada, este laberinto de regulaciones deja a las familias en una posición incómoda y, a menudo, emocionalmente agotadora.

Problemas éticos y jurídicos

La ley no está del todo adaptada a este nuevo paradigma. Acceder a una cuenta sin permiso explícito es ilegal en muchos lugares, independientemente de las buenas intenciones. Esto no solo pone a los seres queridos en una situación difícil, sino que, además, plantea preguntas éticas sobre la privacidad y la propiedad de la información digital post mortem. Otro caso muy mediático tuvo lugar tras el trágico tiroteo de San Bernardino: el FBI solicitó a Apple el desbloqueo del iPhone del autor de los disparos y la compañía de Cupertino se negó en redondo, aduciendo que primaba más la privacidad de sus clientes que la difusión del posible contenido del dispositivo.

Google, el gran contenedor de información personal de la red, contempla también este legado póstumo, y quienes quieran dejar todo bien atado, pueden comenzar a nombrar un administrador de cuenta inactiva, un responsable de decir qué sucede con la información del fallecido. En caso de que no se haya nombrado esta figura, la firma californiana permite a los allegados eliminar o gestionar la cuenta a través de un formulario, pero este proceso es más complejo, puesto que chocan, como hemos visto, la privacidad del propietario y la voluntad de sus familiares.

En este sentido, Adsuara recuerda que parte de este contenido puede afectar a la imagen del fallecido; pueden hallarse relaciones con terceros no conocidas o material comprometedor: “Por ejemplo, si accedes a la cuenta de Twitter de tu mujer o marido y te encuentras mensajes directos de contenido íntimo de una tercera persona…”, explica. Brigita Kavaliauskaite, responsable de comunicación de la firma de seguridad NordVPN, añade: “En España no se ha aprobado ninguna ley específica que regule el olvido digital post mortem total, pero sí existe la Ley 10/2017 sobre voluntades digitales. Sin embargo, la legislación necesita ser más amplia, para que se recojan todas las circunstancias”.

Preparación y previsión

Para evitar estos problemas, es necesario hacer una planificación detallada. El primer paso es realizar un inventario de todas las cuentas y contraseñas. Este catálogo debe ser accesible para alguien de confianza en caso de fallecimiento. “Lo mejor es designar a una persona de confianza que pueda indicar a la app o red social que se está habilitado para la gestión de esta información”, explica Adsuara. Otros servicios en la nube, como Dropbox, también contemplan el escenario del fallecimiento, permitiendo a los allegados la solicitud de acceso a la cuenta del finado.

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Es igualmente prudente redactar un testamento digital con instrucciones explícitas sobre cómo debe manejarse la información en línea. Con todo, este experto advierte del riesgo de confundir términos: no es lo mismo una herencia firmada en el notario que una digital. La segunda se refiere “a quién tiene derecho a acceder a mis cuentas de correo o redes sociales, por ejemplo”.

Nuestra vida digital es una extensión de nuestra existencia física, cargada de recuerdos, datos personales y conexiones sociales. Habrá cosas que queramos dejar en el recuerdo, pero otras que deseamos que permanezcan inaccesibles y se vayan con nosotros. Un diario digital, conversaciones con amigos o conocidos por WhatsApp… Este tipo de contenido no tiene más valor que el personal, pero puede dañar la imagen póstuma del fallecido. ¿Cómo asegurarse de que nadie tendrá acceso a ella?

Solo hay dos formas de asegurarse la inaccesibilidad de esta información: eliminarla, o disponer de un cifrado de extremo a extremo, de forma que nadie, ni siquiera el proveedor del servicio, sea capaz de acceder al contenido. Servicios como Nordlocker o Vault de Dropbox garantizan que nadie que no disponga de las claves podrá acceder jamás a lo almacenado; tanto es así, que son varias las advertencias que el propietario debe conceder reconociendo la pérdida de los datos en caso de no conocer las claves.

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Tecnología

Google lanza Gemini, un modelo de inteligencia artificial capaz de superar a los humanos en comprensión del lenguaje multitarea | Tecnología

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La carrera por la inteligencia artificial (IA) se ha convertido en una prueba de velocidad. A los avances en ChatGPT, que ya va por su cuarta versión, y los consecutivos anuncios de las grandes multinacionales de sus propios sistemas, Google ha respondido este miércoles con el lanzamiento de Gemini, una plataforma de inteligencia artificial multimodal que puede procesar y generar texto, código, imágenes, audio y vídeo desde distintas fuentes de datos. La versión Ultra, “disponible a comienzos del próximo año”, según ha anunciado Eli Collins, vicepresidente de productos en Google DeepMind, supera a los humanos en comprensión masiva del lenguaje multitarea (MMLU, por sus siglas en inglés), una referencia de evaluación creada a partir de 57 materias de ciencias, tecnología, ingeniería, matemáticas (STEM), humanidades y ciencias sociales.

“Gemini es nuestro mayor y más capaz modelo de IA”, asegura Collins, quien explica que está “inspirado en la forma en que las personas entienden el mundo e interactúan con él”. “Se percibe más como un colaborador útil y menos como una pieza inteligente de programación”, afirma.

Durante la presentación, Gemini ha sido capaz de identificar una forma geométrica, analizar la formulación para hallar su área y descubrir un error en la misma para proponer y explicar un resultado acertado al problema. De esta forma, es capaz de arrojar resultados a partir de datos de imagen, texto alfanumérico y voz. También ha identificado diferentes formas y dibujos, algunos a partir solo de puntos dispersos, y proponer usos de las figuras o de los objetos presentados o elaborar un relato a partir de propuestas alternativas o desarrollar gráficos actualizados con la información buscada por la propia plataforma.

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Según el vicepresidente de DeepMind, ha obtenido más de un 90% de puntuación en MMLU, el sistema de evaluación para comprensión del lenguaje multitarea. “Es el primer modelo de IA que supera a los expertos humanos en este punto de referencia estándar de la industria”, afirma. Gemini también ha aprobado (59,4%) el examen de “comprensión de tareas multimodales que incluyen demandas que requieren un razonamiento deliberado”.

Gemini no es una aplicación sino la plataforma para llevar este último modelo de inteligencia artificial a los servicios existentes, desde Bard, el chat de Google competidor de ChatGPT, hasta el buscador o los gestores de servicios o los móviles con Android o los centros de datos a gran escala.

Para esto, estarán disponibles tres “tamaños” de Gemini: el Nano, que ya se puede usar por parte de los desarrolladores de Android; el Pro, que estará disponible a partir del 13 de diciembre y el Ultra, que se podrá implementar a partir de principios de año en una fecha aún por determinar. Los desarrolladores y clientes empresariales podrán acceder a Pro a través de la API Gemini en Google AI Studio o Vertex AI. A través de AICore, los desarrolladores de Android también podrán crear aplicaciones con Nano.

Bard

Sissie Hsiao, responsable de asistentes y Bard ha anunciado que Gemini se incorpora ya a este último chat en inglés para 180 países y se extenderá al resto de idiomas progresivamente, aunque ha admitido que tendrán que confirmar que su desarrollo es compatible con la inminente normativa europea sobre inteligencia artificial, que incluye estas plataformas de diálogo entre sus desarrollos regulables. Y con su inclusión en Bard, se extenderá a todas las aplicaciones compatibles.

El proceso será en dos fases: la primera utilizará una versión de Pro, que dotará al chat de “razonamiento más avanzado, planificación, comprensión y otras capacidades”, según Hsiao; y la segunda, a principios del próximo año, con mejoras que culminarán con la adopción de la versión Ultra.

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Gemini ha nacido como multimodal, es decir, no se ha entrenado con diferentes modalidades de datos y se han unificado luego las capacidades diferenciadas, sino que su programación ya parte de la diversidad de fuentes. Según explica Collins, “esto ayuda a Gemini a comprender sin problemas todo tipo de entradas mucho mejor que los modelos existentes y sus capacidades son de última generación”.

También es capaz de programar incluyendo desarrollos complejos. En este sentido, Amin Vahdat, vicepresidente en Google Cloud, asegura: “En el futuro, veremos a los programadores haciendo uso de modelos de IA de alta capacidad como herramientas colaborativas que ayudan con todo el proceso de desarrollo de software, desde el razonamiento sobre los problemas hasta la asistencia con la implementación, el rendimiento y las capacidades”.

Sobre la seguridad, Google afirma que Gemini supera “las evaluaciones más completas de todos los modelos hasta la fecha”. La compañía asegura que ha sometido a la plataforma a todos los riesgos existentes y potenciales y que mantiene un examen continuo que incluye “pruebas de estrés”. También se han aplicado los principios de IA de la propia compañía, que establecen las normas éticas de sus desarrollos.

Pese a los avances, Gemini no es infalible, según reconocen sus responsables. Admiten que arrojará errores y alucinaciones (respuestas de apariencia segura no justificada por datos). “Hemos progresado mucho y Gemini es nuestro mejor modelo en ese sentido, pero todavía es, diría yo, un problema de investigación sin resolver”, admite Collins.

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