Heroico triunfo de Manuel Escribano en La Maestranza con los victorinos

Sevilla amaneció todavía con los ecos de la Puerta del Príncipe abierta por Daniel Luque la tarde anterior, objeto de polémica para aficionados y crítica especializada, con las redes sociales como altavoces. Una señal de …

Sevilla amaneció todavía con los ecos de la Puerta del Príncipe abierta por Daniel Luque la tarde anterior, objeto de polémica para aficionados y crítica especializada, con las redes sociales como altavoces. Una señal de que el toreo está vivo pero también evidencia de un eterno debate entre los garantes de las esencias (con una actitud manifiesta de superioridad sobre las masas que todo aplauden), reales o imaginarias, y quienes optan por valorarlas sin a priori. u hostilidad. y déjate llevar por lo que tus ojos ven y tu corazón siente en una tarde de toros. «Crítica, qué palabra más fea», según la ilustre frase del faraón de Camas.

En cualquier caso, es bueno que en tiempos como estos hablemos -también con pasión- de toros. Y para toros de leyenda -Miura aparte- los de Victorino Martín, un hierro que hoy toreaba en La Maestranza todavía con el recuerdo de su exitoso paso la temporada anterior que supuso la victoria para la terna, con la reivindicación de Manuel Escribano, que cortarle dos orejas a un toro

Y Escribano (que en estas fechas de 2016, también en La Maestranza hizo el trabajo de su vida con recolectores de diezmosun toro del mismo hierro que el A coronado que, como premio a su torrencial valentía, fue indultado y ocho años después es semental de referencia en Las Tiesas, finca extremeña de Victorino) encabezó el cartel de esta tarde -el primero en terminar el papel como en cuanto salieron a la venta las entradas, completando Borja Jiménez y Roca Rey.

Escribano atravesó a la Verónica, pero la segunda vez el toro le agarró violentamente en el muslo derecho y en el suelo volvió a por él.

Que Roca Rey, gran figura y el torero de mayor éxito en taquilla, se apuntara a la corrida de los Victorinos fue cantado como una hazaña (algo que no ocurre con otros compañeros, como el propio Escribano, tan acostumbrado a tratar con él y otros hierros que se clasifican como «duros»). Así son las cosas y ahora con él. pescado el sábado Esperando que terminara la celebración, la multitud se vistió duro y La Maestranza, convertida en pincel.

Con una porta gayola, habitual declaración de intenciones en él, Manuel Escribano fue a recibir al que abría la plaza y tras luchar el largo cambio de rodillas y ya de pie, atravesó a la verónica pero la segunda vez el toro le agarró violentamente. en el muslo derecho y en el suelo volvió a intentarlo. Un aluvión de capas y Escribano, herido, no tuvo más remedio que, en brazos de las tripulaciones, dirigirse a la enfermería.

A la espera de saber si la lidia se mantenía cara a cara, Borja Jiménez se hizo cargo del toro, que ofreció a su compañero herido colocando su montera en los tablones frente a la enfermería. Y empezó a luchar con naturalidad, muy firme, con mucha confianza y con una línea larga.

Sonó la música, el torero cambió de manos y el toro se movió menos por allí, por lo que volvió a la izquierda con una soberbia serie de temple y dominio. Y lo mató mientras luchaba contra él, con determinación y verdad. Con menos méritos se han pedido y concedido orejas en esta misma feria, pero todo fue aplaudido.

Momento de la atrapada sufrida por Manuel Escribano que no le permitió completar la faena en su primera

Se dio el turno y en segundo lugar llegó el que iba a ser tercero, para Roca Rey, que toreó con suficiencia a Verónica. Un primer puñetazo fuerte, otro de formalismo y retiro ajustado por parte de los delantales de Borja Jiménez rematado con un pliegue medio.

Llegando a la última tercera serie de la vuelta que el toro tomó con cierta dinamismo, no tanto por el pitón izquierdo, por lo que volvió a la derecha. No terminó de subir el nivel de la tarea y tras matarlo con habilidad, el silencio fue el veredicto.

Mientras tanto, desde la enfermería llegaba la noticia de que Escribano estaba siendo operado sin anestesia general porque quería salir a torear al segundo de su suerte, pero en sexto lugar para darle tiempo a los médicos y confirmar que los toreros somos de otro carácter. pasta.

El tercer Víctor en salir, que fue el primero de la tanda de Borja Jiménez, atacó con templanza el cabo sevillano alimentando las esperanzas. Por eso brindó por el público.

El toro no estaba muy fuerte y, con la muleta en la mano izquierda, Borja templó tres naturales lentos rematados con el de pecho. La segunda serie es aún mejor, siempre el toro incrustado en el paño rojo. Lo mismo que el pitón derecho y la Maestranza un clamor que rugieron los naturales unidos. Magníficos fueron los ayudados por las bajas y, con el gran triunfo en la mano, la estocada, tumbada y trasera, que retrasó la muerte del toro, dejó al premio en una oreja muy pesada. Y la ovación al toro arrastrado es un reconocimiento a su nobleza.

Le entregó Roca Rey al maestro José Antonio Campuzano, su mentor durante años desde sus inicios cuando llegó del Perú.

Momentos de confusión y espera antes de la salida del cuarto hasta que se anunció por megafonía y se recibió con una ovación que Escribano mataría al sexto.

Turno entonces para Roca Rey en el cuarto, un toro caballero con el que, tras un tercio de varas sin mayor relevancia, la competencia llegó en paz, por aplaudidos delantales el de la peruana y arriesgadas chicuelinas el de la diestra espartinas. Le entregó Roca Rey al maestro José Antonio Campuzano, su mentor durante años desde sus inicios cuando llegó del Perú.

Aspereza en la serie inicial por parte del pitón derecho y natural, llevando las estocadas largas, como largos eran los pases de pecho. Faltó conexión, el toro no lo permitió, pero Roca Reu dejó muletazos que tuvieron menos eco en la grada del que merecían. Tarea seria, sin bagatelas, cerrada con estocada caída. Sólo unas pocas palmas ligeras reconocieron lo que se había hecho. El peso del morado, lo llaman.

Y al mismo terreno donde Escribano cayó herido en los albores de la corrida, Borja Jiménez, un hombre valiente, acudió a la cancela para recibir Cobarde , que salió caminando y distraído, echando a perder su suerte. Sin embargo, cuando llegaron al tercio de varas, el toro asestó dos estocadas con determinación y dedicación, algo que no había sucedido en las cuatro lidias anteriores.

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En dos ocasiones le arrancó la muleta de la mano a Borja Jiménez cuando toreaba en círculos. Cada cotización, cada ataque, era una apuesta, el torero se mostró siempre muy confiado, bien colocado, con mando y serenidad. Cogió la muleta por la izquierda, pero así el toro era imposible, y volvió a la derecha, y a Victorino le dijo que hasta ahí estaba y Borja Jiménez fue a por la espada, que manejó con eficacia. Tarde muy seria, muy capaz, de Borja Jiménez, torero de una sola pieza.

Arrastraron al toro y Manuel Escribano apareció en el callejón, sin chaqueta y con vaqueros en lugar de cartera, cortesía de su amigo Chimy Ávila, futbolista argentino del Betis. Y de tal manera, entre vítores y la música que empezaba, se dirigió al lugar de los hechos, la puerta de la pocilga a esperar el sexto.

Y la música continuó cuando el trance se resolvió y un montón de veraneantes ya estaban de pie, el público ya estaba de pie, la emoción en sus rostros y AmparitoRoca El sonar. Entrando largo recibió dos golpes del toro. A pesar de su penoso estado físico, Escribano también quiso poner banderas y cojeando colocó dos pares… con eso mismo.

Boja Jiménez completa un natural con la muleta por la izquierda

Brindis entre lágrimas por José Luis Moreno, magnífico torero, que fue su representante en los últimos años, y a los medios de comunicación con el toro. Toro exigente, muleta por la izquierda y riesgo asumido por Escribano, que tras la primera serie cerró más el toro y con la derecha armó una vuelta importante.

De nuevo el toro en el centro del plato y muletazos redondos de extraordinario mérito. Matar o morir arremete y llegó primero. Las dos orejas eran el premio tangible, pero el gran premio es el reconocimiento de un torero -y con él, también el toreo- capaz de jugarse la vida en pos de un ideal de belleza.

Tarde memorable en La Maestranza, el toreo fue un clamor.